Todos los lectores que tengan cierta edad, recordarán el mítico grito de Tarzán en las clásicas películas de los años 50, 60 ó 70 del siglo XX. Era un grito fuerte y varonil (como, p. ej., el de Jonny Weissmüller), como también el actor que lo interpretaba. En efecto, los hombres que han dado vida al legendario “Rey de la selva” se distinguían, en su gran mayoría, por un cuerpo atléticamente bien formado (piénsese, entre otros, en Buster Crabbe, Lex Barker, Denny Miller, Gordon Scott o Miles O’Keeffe) y con pelo en el pecho (como era el caso de, p. ej., Bruce Bennett, Clint Walker o Mike Henry). La razón de todas estas características genuinamente masculinas era el hecho de que tenían que encarnar a un hombre fuerte, dominador, que imponía no sólo con su poderosa voz, sino también y sobre todo con su físico, es decir, con su presencia.
Todo lo contrario de lo que hallamos en la película estrenada en el 2016 La leyenda de Tarzán, interpretada por el sueco Alexander Skarsgård. Si bien tiene el mérito de no querer ser una copia total de las anteriores, sí presenta, sin embargo, a un Tarzán físicamente casi anoréxico y con un carácter débil, pasivo y absorto de la realidad, a quien en ningún momento se le ve emitir el conocido grito en las dos ocasiones en las que se escucha, un grito que además parece ser realizado de manera artificial por ordenador y que incluso es señalado en la película como de atípico. Un Tarzán, en definitiva, impotente, afeminado que no muestra ninguna de las características fuertes y varoniles de sus antecesores. ¿Quizás sea todo ello debido a que pretende ser un reflejo de la sociedad actual y promover un tipo de hombre blanco que, si bien puede poseer un cuerpo relativamente musculado, es a la vez débil e impotente espiritualmente? ¿Un hombre que abandona la civilización y el progreso para adoptar una vida primitiva en una tribu perdida en el interior de África, rodeado de cantos y creencias supersticiosas y en compañía de simios y otros animales salvajes?
No obstante ésta y otras posibles críticas que se podrían realizar a esta versión contemporánea del clásico de Tarzán, los reproches a esta película se han dirigido contra el supuesto mensaje racista e imperialista que se escondería detrás de la historia del “Rey de la selva”.
Siguiendo las directrices del marxismo cultural preconizado por la Escuela de Frankfurt y divulgado por las oligarquías transnacionales a través de sus medios educativos y de comunicación, se ha tachado a la película de querer reincidir en el pensamiento racista del triunfo del hombre blanco sobre la selva, los animales y los indígenas africanos. Según esta crítica, Tarzán no representaría la explotación económica por parte del hombre blanco del continente africano, sino que sería en el fondo algo muchísimo más grave: la manifestación empírica de la superioridad del hombre blanco quien, incluso en condiciones inferiores a las de los pueblos indígenas, es capaz de conseguir un señorío magistral tal sobre la naturaleza y sus leyes, que le convierte en el indiscutible líder y rey de la selva, al cual todos, animales y hombres, obedecen de manera incondicional.
Aun cuando esta visión se puede hallar casi en cualquier crítica occidental a Tarzán, es con todo en Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos, donde con mayor ahínco se defienden los derechos de los pueblos oprimidos por el malvado explotador y genocida hombre blanco. La corrupción de lo mejor es lo peor (Corruptio optimi pessima)y cuando se produce el tan potente lavado de cerebro sobre el hombre occidental como se ha llevado a cabo desde 1945, no resulta extraño que se encuentren reseñas de la película como las que a continuación presentamos al lector, en donde se desprende literalmente odio hacia todo lo que significa blanco y occidental.
Dejando de lado que la mayoría de las críticas están firmadas por mujeres y por afroamericanos y que sus tesis no resisten ni el más mínimo examen crítico histórico, sean señalados aquí únicamente un par de datos que parecen olvidar:
1. La tan escandalosa explotación, esclavitud y exterminio de pueblos que supuestamente realizaron los blancos sobre los negros no es exclusivo del hombre occidental, sino que se encuentra a lo largo de toda la historia, incluida la de los pueblos africanos, quienes también se explotan, esclavizan y exterminan entre ellos. Sin la pérfida intervención del hombre blanco, todavía se estarían exterminando hutus y tutsis en Ruanda.
2. La llegada del hombre blanco a África ha permitido a los pueblos africanos salir de su estado primitivo y entrar en la modernidad, alcanzando así una calidad y un nivel de vida que por sus propios méritos no habrían conseguido jamás.
3. La tecnología de la cual disfrutan estos críticos que anatemizan a Tarzán y, por extensión, al hombre occidental se debe al carácter inventivo y al desarrollo fomentado por el hombre blanco, no por los pueblos africanos.
4. La libertad y las comodidades que disfrutan las críticas como mujeres en el mundo occidental se deben a los esfuerzos del hombre blanco, no de los pueblos africanos.
5. Si el odio que destilan contra el hombre blanco por su carácter explotador y exterminador es tan grande, uno se pregunta, ¿por qué estos críticos no se van a vivir a la selva africana y disfrutan de una vida sin la tecnología y los avances realizados por el malvado hombre blanco? ¿Serían capaces de renunciar a su iPhone, a su internet y a las comodidades occidentales por una vida plácida al sol en África? ¿Por qué no se van las críticas a gozar de una vida sometida a la superstición, a la ablación y a la procreación y educación de niños para la tribu lejos del hombre occidental?
6. Y, por último, ¿sabrán todos estos críticos del racismo del “Rey de la selva” que, en el idioma ficticio creado por el autor de la saga, el norteamericano Edgar Rice Burroughs, de los mangami, “Tarzán” significa “piel blanca”?
“Legend of Tarzan. La nueva película de Tarzán no está libre de racismo
Anke Westpahl, Berliner Zeitung, 26.07.2016.
El potencial discursivo de La leyenda de Tarzán es teóricamente enorme: se cuestiona el colonialismo y el racismo y con ello pone a debate a la civilización occidental misma, que se financia a costa de otros continentes. Hay que reconocer que los creadores de esta película de entretenimiento buscan una segunda intención, una intención incluso política para conectar una veterana figura como Tarzán con el presente. Sin embargo, esta película no puede ser lo suficientemente criticada, pues su héroe salvaje y blanco no carece de aquel racismo que ella denuncia. […] La leyenda de Tarzán es aburrida, patética y plana. […] A trancas y barrancas consigue el mismo Morris seguir a su Tarzán, quien es, por supuesto, el mejor salvaje noble, sobre todo porque entiende la naturaleza y los animales mucho mejor que los indígenas, quienes le siguen más que voluntariosamente. Nuestro héroe de la jungla de hoy no es ninguna leyenda, esta película lo convierte más bien en superhéroe y en superhombre.
Cecilia Kamuputa, Tagesspiegel, 25.07.2016.
Leones mansos (pero sólo con Tarzán). Indígenas salvajes (pero indefensos en la jungla). Un héroe histórico (pero como figura de risa): La leyenda de Tarzán perpetúa clichés antiquísimos, 50 años después de la independencia de África.
En la película el Rey Leopoldo mata y esclaviza africanos a través de su enviado Leon Rom y construye una nueva línea de tren para afianzar su poder en el Congo con más tropas. ¿Y contra él se necesita la ayuda de un aristócrata británico que fue educado por monos y que por eso domina la jungla? ¿Y precisamente alguien como Tarzán tiene que salvar a los africanos que desde tiempos inmemoriales viven en África, pero que extrañamente no dominan la jungla? Así se narra una y otra vez la historia: los negros no pueden solucionar ningún problema en sus países a no ser que intervengan los blancos.
La leyenda de Tarzán está –más de medio siglo después de la consecución de la independencia– llena de agotadores clichés sobre África y los africanos, incluso hasta en el jefe del clan sediento de sangre y de venganza (Djimon Hounsou). Otro problema de la figura de Tarzán en general –inventado, por lo demás, por un autor que no estuvo jamás en África– es la capacidad de hablar con los animales. Esta fantasía desfigura la visión de África. Muhammad Ali se burló en una ocasión de ello: “Los africanos llevan siglos viviendo en África y no pueden hablar con los animales, pero Tarzán, educado por una cabra cualquiera, puede”.
En la película, Tarzán se encuentra también con leones, de los cuales Jane dice que él los conoce desde que era pequeño y Tarzán y los animales se saludan. Hmm. La escena se representa de tal manera como si los animales salvajes pudieran ir libres por doquiera en África, como si éstos tuvieran una especie de relación amistosa con los hombres. En una ocasión, aparece incluso un hombre con un cocodrilo con correa, como si fuera su mascota. Incluso hoy en día hay personas que, con una idea tergiversada sobre África, se preguntan todavía a menudo si los africanos tenemos leones o elefantes como mascotas. Muy bien, ¿tienen las personas en Occidente osos en casa?
No obstante, hay una inteligente metáfora en La leyenda de Tarzán desde el principio. Leon Rom, el representante sin escrúpulos del colonialismo patriarcal, esgrime un bonito rosario que utiliza como arma mortífera. Muestra que el peligro en la colonización de África no siempre vino por los cañones de fusil, sino también que la Iglesia católica, a través de los servicios religiosos y las escuelas, apoyó e impulsó el colonialismo. Tarzán rompe incluso el collar de perlas del rosario con sus poderosos músculos desnudos. Me gustaría saber qué tienen que decir los católicos sobre ello.[1]
La leyenda de Tarzán se burla de los caracteres negros en una película increíblemente racista.
Linda Stasi, New York Daily News, 02.07.2016.
Yo Tarzán, tú racista.
¿En qué año estábamos? La nueva película La leyenda de Tarzán es tan locamente racista que hace que Birth of a Nation de 1915 parezca como una película épica sobre derechos civiles.
[…] El director, David Yates, contó de hecho a Los Angeles Times, que [en su nueva versión] “no tenía cabida todo el bagaje racista propio de los primeros libros o de las primeras películas. Es una película moderna con sensibilidades modernas”. Dios nos asista, si tiene razón.
La leyenda de Tarzán promueve el mito del salvador blanco y la amnesia histórica
Michael Meurer, Truthout, 23.07.2016
Basándose en la obra del filósofo nigeriano y norteamericano Teju Cole The White-Savior Industrial Complex, Michael Meurer afirma:
Convirtiendo el Tarzán generado por imagen de ordenador del 2016 en un superhéroe al estilo ONG, los productores evidentemente esperaban evitar cualquier asunto espinoso de injusticia racial. En una declaración de inquietante premonición del 2012, Teju Cole caracteriza a la perfección la ética subyacente en The Legend of Tarzan: “El Complejo Industrial del Salvador Blanco no trata sobre la justicia. Trata sobre tener una gran experiencia emocional que valide el privilegio”.
Hollywood debería enterrar Tarzán y la leyenda del racismo
Milton Allimadi, The Huffington Post, 12.07.2016
Tarzán se imaginó cuando los europeos todavía dominaban físicamente África (actualmente el control se mantiene con instituciones como el FMI y el BM y a través de “presidentes” marionetas como Yoweri Museveni de Uganda); los africanos eran representados como la antítesis de la civilización.
Tarzán merece morir o permanecer enterrado. Esta era necesita nuevos héroes.
1 Más ejemplos de esta crítica al racismo de Tarzán se pueden encontrar, por ejemplo, en: https://storywrite.com/story/7689235-tarzan-is-racist-by-marthagraham; http://www.nashvillescene.com/arts-culture/article/13064625/the-legend-of-tarzan-leans-in-to-the-white-savior-myth o en http://weareorlando.co.uk/page13.php. Una defensa de la película por parte de los actores se puede leer aquí, mientras que del autor en The John Carter Files.