(Artículo publicado el 28 de enero de 2016 en el diario Die Welt)
Henryk M. Broder
En los ataques de Nochevieja y en el debate posterior se muestra qué une a los que odian a las mujeres y a los que odian a los judíos. Y todavía hay algo más que se muestra con claridad: muchas mujeres tienen más compasión con los autores que con las víctimas.
Mientras tanto, sobre la Nochevieja en Colonia se ha dicho ya todo. Ahora hay que esperar los resultados de las pesquisas policiales para saber si hay un procedimiento penal y si se pronuncia al final una sentencia. Esto puede durar todavía un buen rato. Tiempo suficiente para reflexionar sobre una peculiaridad a la que hasta ahora no se ha prestado atención: ¿cómo es posible que los comentarios más absurdos, más vulgares y más misóginos hayan sido escritos por mujeres que expresan más comprensión por los autores de los ataques que compasión por las víctimas?
Durante tanto tiempo se ha interpretado lo acontecido de manera tan obstinada, se ha contextualizado de manera tan ardua y se ha relativizado de manera tan radical que al final uno se tenía que preguntar: ¿Para qué tanta agitación? ¿Acaso no pasan cosas semejantes constantemente en todos sitios? ¿Qué era, pues, tan especial en lo de Colonia?
La “rape culture”, la cultura de la violación que “aparentemente impregnó la Nochevieja de Colonia”, así se podía leer por ejemplo en el Tagesspiegel de Berlín, es “también parte de la cultura alemana”. Puesto que “la gran mayoría de los ataques sexuales y de las violaciones no las hacen hordas de hombres en una estación, sino que las realizan los propios maridos y amigos”1.
¿Acaso no fue culpa de las mujeres?
Más destacable todavía que esta lógica que se podría aplicar también sin problemas a crímenes de todo tipo era el hecho de que esta contribución la habían escrito dos mujeres. La una se ha especializado en información medioambiental, centrándose en el cambio climático y en el cambio energético, la otra en migración, minorías, derechos civiles y política de género.
La colaboración condujo a una hipótesis que de ninguna manera pretendía ser irónica: “Pero quizás también entre las denunciantes hay mujeres que no han sido víctimas, sino que por convicciones políticas opinaban que los autores con trasfondo migratorio o los refugiados que habían aprovechado el caos en las cercanías de la catedral para realizar los ataques sexuales tenían que ser expulsados. Y quizás esperaban acelerar el proceso con una denuncia”.
Es decir, no habían sido los hombres los que la habían tomado con las mujeres, sino las mujeres con los hombres con el fin de dar a las autoridades un motivo para poder expulsar a los supuestos “autores con trasfondo migratorio”. Sólo quedaba abierta la cuestión de si las mujeres habían sido de hecho acosadas sexualmente o si se habían inventado los “ataques” para conseguir su finalidad. En este caso, la conexión entre ellas tiene que haber sido maravillosa, pues, de lo contrario, no se puede explicar una “acción concertada” en doce estados federados2.
No fueron extranjeros, sino “gilipollas”.
El artículo del Tagesspiegel fue quizás el más llamativo de su especie, pero ni de lejos el único. Las palabras “rape culture” aparecieron como un motivo rector en las contribuciones que tenían como trasfondo que la violación en el matrimonio sólo se había tipificado recientemente como un delito. Asimismo, era muy estimada la afirmación de que también en el Carnaval y en la Oktoberfest los ataques sexuales estaban a la orden del día. La presentadora de la ZDF, Dunja Hayali, resumió todas estas ocurrencias en una frase en su página de Facebook: “No son extranjeros, sino gilipollas los que acosan a las mujeres”, lo que se podía entender como una nueva variante de la sospecha generalizada3, esta vez en contra de la hasta entonces intachable especie de los gilipollas4.
Y, como he dicho, todas estas contribuciones, en las que se diferenciaba hasta la autonegación, llevaban la firma de mujeres. Mientras tanto, los hombres que tomaban postura ante la noche de terror se distanciaron sin reservas de los autores. (Excepción: Jakob Augstein, quien fantaseaba con una multitud relámpago). Un político de la facción de Los Verdes de Hamburgo fue incluso más allá y afirmó que todo hombre es “un violador en potencia, yo incluido”5.
Para completar el cuadro, menciónese aquí todavía otro ejemplo de un comportamiento que traspasa todas las fronteras de lo previsible. Amelie Fried, autora de éxito, presentadora de televisión y, cuando es necesario, también feminista, describió en un breve ensayo cómo había organizado con su familia hacía unos años una celebración de Navidad para refugiados menores de edad que estaban solos6. Había pan de jengibre, frutas y dulces y cantaron todos juntos el “Noche de paz, noche de amor”. Sin embargo, “al final de la celebración, nuestra guitarra había desaparecido”.
Amelie Fried y su guitarra.
Primero, recuerda la señora Fried, se había “sentido decepcionada”, luego “se había reído” y finalmente “se había sentido avergonzada”. ¿Cómo, “por Dios”, había podido suponer “que los jóvenes nos tendrían que estar agradecidos”?
Era exactamente al contrario: “Nosotros teníamos un motivo para estarles agradecidos. Con una sola acción habían enderezado de nuevo las relaciones que nos habían conmovido”. Y “estuvimos contentos de que los chicos se hubieran quedado con nuestra guitarra. La lección que con ello habíamos aprendido era claramente más valiosa que el instrumento”.
Así serían las cosas también hoy. Tiene que ser humillante “tener que tomar cosas de nosotros”. Pero nosotros podríamos “devolver a estos hombres un pedazo de su dignidad no esperando gratitud alguna”. Y diciéndonos siempre que “si conseguimos integrar bien a estas personas en nuestro país, un día recibiremos más de ellos de lo que nosotros jamás les habremos dado.”
Tampoco la humanidad de la señora Fried se libra de las consideraciones de costes-beneficios. Los refugiados como capital humano en el que hay que invertir para que cuadren los réditos. De lo contrario, se podría comprar en seguida deuda del Estado griego. ¿Esto es todo lo que Amelie Fried ha aprendido después de que los chicos se quedaran con “su guitarra”?
Mujeres y judíos.
Ella es libre de dar su iPad, los iPods de sus hijos y el iPhone de su marido, de instalar en su sala de estar un comedor social y de organizar tantas veladas benéficas como se lo permita su agenda. Sólo podría, por favor, no afirmar que ha aprendido lección alguna. Pues ella, como muchas de sus compañeras de lucha, no ha comprendido hasta el día de hoy qué pasó en Colonia y en otros lugares en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero.
Fue un pogromo. Sorprende únicamente que hasta ahora nadie lo haya comprendido, cuando todos los que se sienten tratados de manera injusta, desde los vegetarianos hasta las “gallinas de campo de concentración”7 compiten por ser “los judíos de hoy en día”.
Como corresponde a un pogromo, hubo autores, víctimas y observadores. Los autores fueron despiadados, las víctimas indefensas y los observadores observaron. Es irrelevante si fueron violaciones reales o “sólo” coacciones sexuales en el sentido del § 177 del Código Penal Alemán. Una persona que tiene que verse expuesta a la vergüenza pública, además de ser tocada, acosada, golpeada y mofada, experimenta una violación. No hay que ser historiador o experto en antisemitismo para reconocer los paralelos con los pogromos antijudíos de la época anterior al Holocausto.
Mantener un brazo de distancia.
Ahora bien, a diferencia de los judíos, las mujeres no son una minoría. Y nadie está preparando la “solución final de la cuestión de la mujer”. Pero el odio a los judíos y el odio a las mujeres son parientes cercanos. (Quien quiera saber más, debería leer Sexo y carácter de Otto Weininger 8). Un antiguo legado cultural que continúa causando efecto, a pesar de todos los éxitos de la emancipación y de los esfuerzos de los delegados de la igualdad.
Que el eterno judío errante se haya establecido con el tiempo en Israel y que más de un país e institución estén regidas por mujeres, no ha cambiado ninguno de los dos resentimientos. Tanto los que odian a las mujeres como los que odian a los judíos se sienten desafiados, provocados por los objetos de su ira. No hay ningún antisemita que no eche la culpa “al judío” de lo que le ha tenido que hacer, de la misma manera que no hay ningún violador que no haga responsable a la mujer que ha violado por lo que le ha sucedido.
Hay todavía más paralelismos. El presidente del Consejo Central de los Judíos, Josef Schuster, se preguntaba hace poco retóricamente “si sería de hecho sensato manifestarse como judío llevando la kipá en barrios problemáticos, en barrios con un número elevado de musulmanes o si sería mejor llevar otro tipo de atuendo que cubriera la cabeza”. La alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, recomendó a las mujeres de su ciudad mantener “un brazo” de distancia frente a desconocidos y “juntarse en grupos y no separarse, tampoco en un ambiente de celebración”.
Mujeres y el síndrome de Estocolmo.
Hacerse invisibles, no llamar la atención sirve tan poco como medida de precaución como la huida en el grupo. Tanto los que odian a las mujeres como los que odian a los judíos siempre encontrarán un motivo para mantener su propio odio interior. Si no es la apariencia –kipá y trenzas aquí, minifalda y top que deja la barriga al descubierto allí– es la actitud atrevida, estando al final de la cadena de argumentación el hecho de que un judío es un judío y una mujer una mujer. Y esto ya es suficiente.
Finalmente queda todavía la pregunta de por qué precisamente a tantas mujeres de las clases educadas les es tan difícil entender esta conexión, por qué miran al agresor como a alguien a quien quieren curar.9
¿Es expresión de la maternidad reprimida? ¿O un acto de previsora precaución? Es decir, ¿sería el comportamiento de esclavos, perdón, de esclavas, una variante específica de las mujeres del síndrome de Estocolmo?
“Somos… una sociedad de inmigrantes”, declaró después de la larga noche de Colonia una comentarista alternativa de izquierdas en la radio alemana. Con nosotros y entre nosotros viven “también inmigrantes con una visión de la mujer arcaica y sexista”. “Hay que hacerse responsable de ellos y no apartarlos. Ésta es también, por cierto, la única manera con la que se vence el miedo a lo extraño: conociéndolo”. Y si es necesario, a medianoche en la plaza de la Estación Central.10
Ahora sólo tenemos que conseguir integrar a estas personas en nuestro país de manera que un día recibamos más de ellas de lo que nosotros jamás les habremos dado. Y, si todo va bien, también habrá una nueva guitarra para Amelie Fried.11
1 El artículo, publicado el 10 de enero de 2016, se titulaba Warum habt ihr keinen Respekt? (¿Por qué no tenéis ningún respeto?) y sus autoras eran Dagmar Dehmer y Andrea Dernbach. El texto se puede leer en el siguiente enlace: http://www.tagesspiegel.de/politik/nach-den-uebergriffen-in-koeln-warum-habt-ihr-keinen-respekt/12810330-all.html. (De aquí en adelante, todas las notas al texto se han de entender como del traductor).
2 Este comentario fue precedido por otro mucho más radical por el cual Broder ha sido calumniado en la prensa alemana. En concreto, había afirmado que “sí, así podría haber sido. Las mujeres se habían juntado en la Estación Central y se habían dejado manosear, meter mano y violar para acelerar los procesos de expulsión. Pero también habría podido ser que las mujeres hubieran sido víctimas de una histeria colectiva como sucede a menudo con las visiones de OVNIS. Por el contrario, las verdaderas víctimas de los ‘ataques’ eran jóvenes que la exclusión experimentada les había inducido a excluirse a sí mismos de la sociedad. Y no olvidemos que esta ‘rape culture que aparentemente impregnó la Nochevieja de Colonia es también parte de la cultura alemana’”. Mas lo que provocó verdadera indignación no fue el cinismo contenido en estas palabras, sino su recomendación final: “A las dos señoras del Tagesspiegel les deseo que el IS les invite a Al-Raqa para que puedan experimentar qué significa la rape culture”. Véase el comentario completo en http://www.achgut.com/artikel/die_presseschau_zum_abend1
3 La teoría de la “sospecha generalizada” (Generalverdacht) fue establecida por el Ministro del Interior de Alemania, Thomas de Maizière, quien afirmó “que un gran número de personas, por lo visto con trasfondo migratorio, hayan causado estos ataques representa una nueva dimensión […] Pero esto no tiene que llevar a establecer una sospecha generalizada contra los refugiados, sean del origen que sean, que buscan en Alemania protección”. Véase http://www.spiegel.de/politik/deutschland/koeln-thomas-de-maiziere-warnt-vor-generalverdacht-gegen-fluechtlinge-a-1070564.html
4 De manera todavía más radical se expresó la política perteneciente al partido de los Verdes Claudia Roth, quien afirmó que “no se trata de que ahora podamos decir que esto es típico del Norte de África o que esto es típico de los refugiados. Se trata de violencia masculina y se trata de utilizar una situación -Nochevieja- como si todo estuviera permitido”. Véase http://www.spiegel.de/politik/deutschland/koeln-thomas-de-maiziere-warnt-vor-generalverdacht gegen-fluechtlinge-a-1070564.html (enlace eliminado).
5 Aquí habría que incluir, además, a los que claman abiertamente por la censura en los medios de comunicación, como Ulrike Demmer, quien en su columna de opinión para el Hannoversche Allgemeine Zeitung del 5 de febrero del 2016 escribe: “Pero, ¿cómo se puede tener confianza si la política y algunos medios únicamente transmiten dudas, miedos y temores? La lucha política entre partidos y las informaciones sobre refugiados que meten mano ofrecen una imagen de Alemania que sólo refleja una pequeña parte de la realidad. Naturalmente es malo lo que pasó en Nochevieja en Colonia, naturalmente hay violencia en las casas de adopción de refugiados, naturalmente es la crisis de refugiados un problema. Pero Alemania es capaz de resolver este problema. Esta espiral de miedo, dudas e inseguridades es un fomento para el crecimiento del AfD [Alternative für Deutschland, un partido que está denunciando los problemas que la inmigración musulmana puede tener para la sociedad alemana y que está siendo condenado por “populismo”, racismo e incluso de nazi por parte de los medios de comunicación]. La buena noticia de la encuesta: un 94 por ciento de los alemanes considera correcto que Alemania acoja refugiados. Quien huye de la guerra, debería poder buscar protección en Alemania”.
6 El artículo, publicado el 12 de febrero de 2016, tenía por título: Frau Fried fragt sich warum wir glauben, dass Geben selig machen soll (La señora Fried se pregunta por qué creemos que el dar debe hacer feliz) y se puede leer en el siguiente enlace: http://www.cicero.de/salon/frau-fried-fragt-sich-warum-frueher-angeblich-alles-besser-war/60495
7 En original, KZ-Hühner, es un concepto que sirve para designar a todos aquellos que viven constantemente con miedo y estrés.
8 A pesar de que el autor mismo era judío, en esta obra se dan cita el antisemitismo y el antifeminismo más feroz, llegándose a afirmar que el judaísmo es algo femenino y el cristianismo algo masculino, siendo éste último superior y deseable frente a la religión judía. De este libro existe traducción española de Felipe Jiménez de Asúa en la editorial Losada, Madrid, 2004.
9 Véase, por ejemplo: “Hombres jóvenes que durante meses y años están sin hacer nada en centros de refugiados y de solicitantes de asilo, que se aburren, sin posibilidad de trabajar o de estudiar, confrontados con una esfera pública sexualizada y sin posibilidad de conocer a mujeres en un ambiente desenvuelto. Al mismo tiempo, impregnados por una cultura en la que la mujer está todavía en casa, sobre todo por la noche y donde el espacio público pertenece a los hombres. Una cultura que espera de las mujeres que escondan sus encantos, que no llamen en absoluto la atención de los hombres y que prohíbe el sexo fuera del matrimonio. Una mujer en minifalda que a medianoche pasa el tiempo en la Estación Central es desde este punto de vista caza libre.” Sin embargo, continúa la autora, “quien busque el origen de esta violencia sólo en la cultura patriarcal, se queda muy corto […] Son hombres inseguros, educados en una cultura que ya no funciona para ellos.” A partir de estas premisas, se entiende que el artículo pueda terminar anunciando la “buena noticia” de que “las características culturales no son necesariamente un destino inamovible, sino que se pueden modificar”. Christiane Hoffmann, “Misere und Machismo”, Der Spiegel (09.01.2016). El artículo se puede leer en http://www.spiegel.de/spiegel/print/d-141171427.html
10 Y ni siquiera incluso así. Poco después de la aparición de este artículo, el autor publicó una breve noticia en la que comentaba el caso de una chica de 24 años, portavoz de la organización de jóvenes del partido Die Linke, es decir, los herederos directos de los comunistas, quien en la noche del 27 de enero fue presuntamente violada por tres hombres que hablaban “árabe o turco” en un parque en Mannheim. El 30 de enero, la joven publicaba en su página de Facebook una disculpa dirigida a su violador en la que decía: “Lo siento mucho por nosotros dos. Tú, tú no estás seguro porque vivimos en una sociedad racista. Yo, yo no estoy segura porque vivimos en una sociedad sexista. Pero lo que realmente más lamento es que por las acciones sexistas y que superan cualquier límite que me han hecho sólo contribuyan a que tú estés expuesto a un creciente y cada vez más agresivo racismo. Te prometo que gritaré. No permitiré que siga sucediendo. No lo observaré sin hacer nada y no dejaré que los racistas y los ciudadanos asustadizos te califiquen a ti como el problema. Tú no eres el problema. Tú no eres en absoluto ningún problema. Tú eres la mayoría de las veces un hombre maravilloso que se merece, como cualquier otro, vivir seguro y libre. Gracias por existir y es bonito saber que estás ahí”. Como Broder en una nota posterior y otros comentadores han señalado, a pesar de la gravedad de lo sucedido (una violación), es necesario ser prudentes, puesto que hasta ahora no hay ninguna comprobación o declaración definitiva por parte de la policía que corrobore las declaraciones de la chica. No obstante, “una mujer supuestamente violada que pertenece a un movimiento presuntamente progresista y de izquierdas y que en su página personal de Facebook predica el feminismo y sube fotos en las que muestra sus constantes cambios de color de pelo no sólo da las gracias a su torturador (síndrome de Fried), sino que además incluso le pide perdón. Pues si hay algo todavía peor que ser violada es el racismo de la sociedad que se nutre de tales actos. ¿Ha establecido quizás la joven correctamente las prioridades? ¿O es un caso de disonancia cognitiva avanzada?”. Véase http://www.achgut.com/artikel/entschuldige_bitte_lieber_vergewaltiger
11 Amelie Fried contestó a los comentarios del autor con una carta abierta en el mismo diario titulada Yo no he suavizado los ataques de Colonia: http://www.welt.de/debatte/kommentare/article151893353/Ich-habe-die-Koelner-Uebergriffe-nie-beschoenigt.html
Una respuesta a “Lo que sucedió en Colonia, ¿fue un pogromo?”