El pasado 27 de enero se conmemoró el 70º aniversario de la liberación, por parte del Ejército Rojo, de Auschwitz-Birkenau, campo de concentración que, aunque erigido en territorio polaco, fue ideado y dirigido por alemanes.
Mucho se ha escrito sobre este acontecimiento histórico y de las consecuencias que el descubrimiento de las condiciones de vida y de lo acaecido dentro de sus muros produjo en las conciencias de los libertadores y, sobre todo, una vez ganada la guerra, en el pueblo alemán, quien juraba y perjuraba que “no sabía nada de lo que allí había sucedido”.
Aunque los documentos y los testimonios de la época demuestran que, en efecto, el pueblo alemán sabía perfectamente qué ocurría no sólo en Auschwitz-Birkenau, sino también en todos los demás campos de concentración que los alemanes construyeron tanto en su país, como en los países ocupados, la historiografía por lo general no se ha ocupado de esta cuestión (una notable excepción la constituye Daniel J. Goldhagen), resaltando y centrándose más en el carácter industrial y organizativo del exterminio de todos los enemigos del Tercer Reich.
Aprovechando esta conmemoración, Henryk M. Broder, autor del cual hemos traducido y publicado en AGON diversas contribuciones sobre el islam, publicó en el diario Die Welt un artículo con el título “Aviones de combate sobre Auschwitz, ¡la vista más preciosa!”. A continuación se traducen algunos párrafos en los que el periodista intenta explicar la siempre difícil relación entre los alemanes y la realidad que les rodea:
La canciller declaró que en Alemania ya no había lugar para el antisemitismo. La experiencia diaria demuestra ciertamente lo contrario, pero lo decía con buena intención. El presidente de la República postuló que no “había identidad alemana sin Auschwitz”, lo que también se podría entender como que los alemanes tienen mucho que agradecer a Auschwitz, a saber, su identidad. Aun cuando de hecho así fuera, se tendría que preguntar si una identidad lastrada de tal manera hace algún bien a los alemanes. El presidente del Parlamento recordó que Auschwitz permanecerá “como ningún otro lugar” como testimonio de lo que “los hombres pueden hacer a otros hombres”.
Aunque cualquiera que tenga una televisión en casa puede ver cada noche en el telediario qué se hacen los hombres mutuamente: en Ucrania, en Siria o también en Adlershof, donde un joven mató primero a cuchilladas a su novia embarazada y luego la quemó. Esto es suficiente para mirar en las profundidades de la naturaleza humana. Pero si se toma a Auschwitz como motivo para estas reflexiones, no se debería lamentar todo lo que los hombres pueden hacer a otros hombres y se debería, en lugar de aludir al conjunto de la humanidad, afirmar que fueron los alemanes los que pecaron contra los judíos y no al contrario.
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Hubo sin embargo algo que llenó de sentido este día y que le otorgó dignidad. Como cada año, tronaron también en este 27 de enero los cazas de combate israelíes a baja altura sobre Birkenau. No fue ninguna violación del espacio aéreo polaco, ni ningún ejercicio acrobático de una escuadrilla de vuelo. Ni siquiera el recuerdo de que los aliados habían desaprovechado la oportunidad de bombardear Auschwitz cuando las cámaras de gas estaban todavía en funcionamiento. Fue un claro aviso:
“Vosotros estáis de luto por los muertos, nosotros nos preocupamos de los vivos. Y, dicho sea de paso: si hubiéramos existido ya entonces, hoy podríais dormir mejor. Así que estad contentos de que existimos ahora”.
La visión de la maquinaria bélica israelí sobre las barracas de Auschwitz pertenece a los pocos buenos momentos de la historia reciente. Una demostración de fuerza que se interpone frente a cualquier barbarie.
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El presidente del consejo central de los judíos, Josef Schuster ha propuesto que todos los alumnos alemanes deberían realizar una visita obligada a Auschwitz para entender lo que allí sucedió y lo que no se debería repetir nunca más. La propuesta está hecha con buena intención, pero no es muy útil. Así no se elimina el resentimiento, sino que se fortalece. Ningún joven de 15 años quiere que se le hable de sentimientos que él no puede tener, aun cuando se le asegure de que no se trata de culpa, sino de responsabilidad.
Puesto que mientras tanto uno de cada tres alemanes piensa que los israelíes están tratando a los palestinos de la misma manera que los nazis hicieron con los judíos, sería quizás más sensato que todos los alumnos visitaran Israel. Pero no los lugares conmemorativos del Yad Vashem, sino Tel Aviv con sus maravillosos paseos marítimos, sus bares, sus cafés y sus discotecas. Naturalmente también Belén y Ramala. Tanto aquí como allí encontrarán a algunos locos, pero también personas para las cuales la vida es el mayor de todos los bienes. Y quizás comprendan dónde está la diferencia entre los judíos y los israelíes. Los unos están agradecidos de que se les proteja, los otros creen que es mejor proporcionarse su propia seguridad.