La locura de lo políticamente correcto ejemplificado en el feminismo

En su magistral novela 1984 George Orwell mostraba los efectos de un gobierno totalitario que pretendía controlar a la sociedad a través de la invención de una “neolengua”. Con esta denuncia, el escritor que luchó contra el fascismo en la Guerra Civil Española no estaba descubriendo nada nuevo, sino que ponía en evidencia algo que los filósofos y los teólogos han sabido desde siempre: que quien domina el lenguaje, domina el mundo. No en vano, en la religión judía, Adán se apropiaba de todo lo que le rodeaba en el paraíso poniéndole un nombre y en el Evangelio según San Juan se dice que “en el principio era el logos y el logos estaba con Dios y Dios era el logos”, convirtiéndose este logos posteriormente en carne cuando quiso manifestarse en la tierra.

Ejemplos de la manipulación lingüística a la que estamos sometidos en nuestra vida cotidiana se encuentran en todos los ámbitos, estando éstos tan ampliamente difundidos e inconscientemente aceptados que ya casi ni nos damos cuenta de lo que decimos y de cómo. Por ejemplo: ya no se puede decir “negro”, sino que hay que utilizar la expresión aparentemente inofensiva de “hombre de color”; ya no se puede hablar de “marido”, “hombre, “mujer” o “esposa” sin provocar en el interlocutor una mirada de asombro, sino que hay que usar el término neutro “pareja” o “compañero/a”. La fuerte impronta de una corriente que suele surgir cuando una sociedad se vuelve infantil y olvida sus valores más básicos y que responde al nombre de feminismo ha forzado y corrompido también de tal manera el lenguaje que se ha llegado a extremos tales como los de aquella ministra que se atrevió hablar públicamente de “miembros y miembras”.

Mas como ya se ha indicado en diversas ocasiones, la manifestación más clara y, por ello, más grotesca de todo lo moderno se encuentra en Alemania. El periodista Henry M. Broder publicó hace pocos días un artículo con el título “Las ‘amigas femeninas’ del verde Hofreiter” en el que denunciaba hasta qué punto había llegado la estupidez alemana del querer ser “políticamente correcto” con las mujeres. He aquí algunos de sus párrafos más representativos y que muestran el nivel que hay en este país modélico para muchos:

Ahora Anton Hofreiter, el co-presidente de la fracción de los Verdes en el Parlamento alemán ha superado ciertamente a su antigua compañera de partido1. En el programa de Plasberg2, declaró que tenía “muchas amigas femeninas”.

Amigas femeninas: suena como bola redonda o duna movediza. Pero no es ningún pleonasmo, como puede sucederle a cualquiera que hable,  por ejemplo, de un “brutal asesinato” o de una “belleza atractiva” […] [Anton Hofreiter] sólo ha intentado ir hasta el límite máximo de lo políticamente correcto.  También lo hace Horst Seehofer, cuando se dirige a sus “amigas y amigos” o Gregor Gysi, cuando recuerda que en el Holocausto se asesinaron a “judías y judíos”, de manera que nadie se pueda imaginar que los nazis eran caballeros que mantenían siempre las buenas formas con las mujeres.

“Muchas amigas” habría desatado un shitstorm

A tales fórmulas de cortesía, que funcionan como un cambio automático, nos hemos ido acostumbrando con el tiempo. Sólo esperamos a que en un informe policial se advierta contra “estafadoras y estafadores” o que en un reportaje sobre Arabia Saudí se describa cómo se han cortado las manos a “ladronas y ladrones”.

“Amigas femeninas” es, sin embargo, de una calidad diferente. Si Hofreiter hubiera dicho “muchas amigas” habría sido el detonante de un shitstorm que habría llevado a su renuncia del puesto de presidente de la fracción. Como mínimo.

“Amigas femeninas”, sin embargo, no conduce a la sospecha de una forma de vida inmoral en el sentido de los Verdes3. Promiscuidad, ¡no, gracias! Lo contrario a “amigo masculino” es un sinónimo de “buen camarada”, una mujer, pero no un objeto de deseos masculinos. Alguien con quien se puede hablar sobre la intensificación de las energías alternativas, sin que se tenga que avergonzar sobre la simbología fálica de los molinos de viento. La “amiga femenina” es todavía, según el lenguaje, una mujer, como “la insolvencia” o “las instrucciones de uso”, pero en la realidad es sólo un elemento neutro sin atributos, una forma del fichero de Robert Musil.

Una “amiga femenina” de Hofreiter se alegraría de tener un burka

Una mujer que se deja degradar por Anton Hofreiter a “amiga femenina”, se alegra también de recibir un burka como regalo de cumpleaños. En realidad, se tendría que desatar ahora un shitstorm sobre Anton Hofreiter iniciado por todas las mujeres que no desean ser desexualizadas en nombre de lo políticamente correcto. #notinmyname.

 Pero esto no pasará. La locura de género ha ido ya demasiado lejos. “Un amigo, un buen amigo es lo mejor que hay en el mundo”, que cantaban los Comedian Harmonists, es ya historia. Una reliquia de aquellos días en los que una amiga no era “femenina”, sino una mujer.


1 Aquí se está haciendo referencia a otra representante de los Verdes quien había declarado que “Turquía era mi amiga” (Nota del traductor).

2 El autor se refiere al programa Hart aber fair, que se emite en el canal ARD (Nota del traductor).

3 Aquí el autor está aludiendo de manera indirecta a la acusación de pedofilia que hace unos años afectó a algunos de los miembros del partido de los Verdes (Nota del traductor).


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