Refugees welcome!

Desde mediados de agosto, Europa padece un flujo migratorio sin precedentes. Los medios de comunicación occidentales nos informan a diario de embarcaciones repletas de inmigrantes que intentan arribar a las costas griegas, de conflictos en las fronteras húngaras o de trenes y autobuses repletos de jóvenes, en su mayoría musulmanes, que marchan en dirección a Alemania, Dinamarca o Suecia.

Si bien ésta es una cuestión que preocupa a toda Europa, estos inmigrantes sólo pretenden cruzar determinados países fronterizos de la Unión Europea para llegar a Estados donde saben que allí podrán obtener toda una serie de ventajas económicas y sociales gratis et amore. De ahí que el presidente de Hungría, Viktor Orbán, haya podido afirmar que el problema de la inmigración no es europeo, sino estrictamente alemán, puesto que son los alemanes quienes están alentando este tipo de movimientos humanos con sus generosísimas políticas sociales para los extra-comunitarios.

Mas no es éste el lugar adecuado para hablar de la hipocresía alemana y de sus selectivas preferencias a la hora de practicar su solidaridad (sólo hay que recordar que hasta hace dos días los mismos medios que denigraban y humillaban a los griegos, de cuya penosa situación económica no están exentos de culpa los banqueros y los industriales alemanes, ahora muestran su amor y preocupación por los pobres “refugiados” no europeos, no pareciéndoles indignar el enorme costo que esto tendrá para su bolsillo), de sus políticas sociales racistas con el resto de miembros de la U.E., ni del desprecio y odio que el alemán medio siente ante el resto de sus vecinos europeos, ya sean éstos polacos, franceses, españoles u otros “europeos del sur” (eufemismo éste utilizado en los medios de comunicación germanos para designar no sólo a portugueses, españoles, italianos y griegos, sino también a turcos y musulmanes en general).

A pesar de esta benévola política oficial alemana de “bienvenida” a los “refugiados” y de las constantes consignas de tolerancia y solidaridad que se difunden a través de todos los medios de comunicación y educativos, en Alemania existen todavía voces minoritarias que pretenden alertar de los peligros que acarrea esta postura bienintencionada. La primera persona encargada de silenciar y denigrar a estas voces divergentes ha sido, por supuesto, la canciller alemana Angela Merkel, de cuyos “logros” alcanzados en este sentido durante estas últimas semanas no vamos a hablar aquí (recuérdense únicamente a título de ejemplo las escenas de los pobres “refugiados” musulmanes haciéndose selfies con ella con sus smartphones e Iphones).

Con el fin de facilitar el acceso y el conocimiento de estas voces minoritarias que están alertando de las temibles consecuencias que estas acciones tienen y tendrán todavía en un futuro no muy lejano no sólo para los alemanes, sino también para todos los europeos, ofrecemos algunos párrafos traducidos de un artículo de opinión publicado por el periodista Henryk M. Broder a raíz de unas declaraciones efectuadas por la señora Angela Merkel el día 3 de septiembre, con motivo de su nombramiento como “Doctor honoris causa” por la Universidad de Berna:

«Cuando respondiendo a la pregunta de cómo querría proteger “a Europa y a nuestra cultura” frente a la islamización, [Angela Merkel] indica que la U.E. ha contribuido con una “multitud de combatientes” a la situación en Siria, en Libia y en Irak, tergiversa con ello la relación de causa y efecto, ya que los jóvenes “que han crecido en nuestros países” y se han alistado en la Guerra Santa son ya el producto de la islamización que ha tenido lugar “en nuestros países”, gracias a nuestra tolerancia, a nuestra cultura de la bienvenida y a nuestro entusiasmo por lo exótico.

 […]

La recomendación de la canciller – “tengamos también el coraje de decir que somos cristianos…” – es tan poco útil como completamente ineficaz. No se trata de neutralizar un fundamentalismo con otro fundamentalismo, sobre todo porque en el mundo cristiano no hay nada que pudiera competir ideológica o prácticamente con los talibanes, Al-Qaida o los Hermanos Musulmanes.

Y tampoco se necesita en Europa coraje “para decir que somos cristianos”. En los países islámicos o dominados por el islam como Afganistán, Egipto, Paquistán e Irak puede ser, por el contrario, muy peligroso confesarse cristiano. Todo aquel que grita “Refugees welcome!” debería saber que muchos refugiados no sólo proceden de Oriento Próximo y de Oriente Medio, sino también que traen en su equipaje el Oriente Próximo y el Oriente Medio.

 […]

Pero la canciller se guardó lo mejor para el final. Es un recordatorio a todos nosotros para que no seamos descarados. La historia europea es tan “rica en conflictos dramáticos y crueles que deberíamos ser muy prudentes a la hora de quejarnos enseguida, cuando en otros lugares pasan cosas malas”. Tendríamos que intentar “combatirlas”, mas no tenemos “motivo alguno para hacerlo con una gran soberbia”. Así habla “ahora ella como canciller de la República Alemana”, es decir, ex cathedra.

Si queremos combatir las cosas malas que pasan en otros lugares, hagámoslo por favor con distancia, con sentido de la proporción y con la debida moderación de manera que no nos estallen en nuestras narices las cruzadas, la caza de brujas y Auschwitz. Puesto que nosotros no hemos hablado hasta ahora de las cruzadas, de la caza de brujas y de Auschwitz, mientras que todos los demás se arrepienten de sus pecados diariamente, el mundo musulmán el primero.»


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